martes, 4 de mayo de 2010

Aquel niño de sonrisa pícara y zapatos puntiagudos.

¿Quién no ha deseado alguna vez que un niño vestido de verde llamase a su ventana? Que te tienda la mano con una sonrisa despreocupada y traviesa, que te enseñe a volar y que te lleve al país de Nunca Jamás, donde el tiempo no existe y los problemas se evaporan. Poder ser un niño para siempre y no preocuparte por nada más que los niños perdidos y un divertido capitán pirata que tiene fobia a un cocodrilo que hace tic tac. Pintarse la cara y bailar en círculos, correr al lado de Peter Pan, reír a carcajadas por todo y por nada, hasta que el cansancio te obligue a pararte y a sumergirte en un sueño tranquilo y lleno de nubes y sonrisas. La felicidad simple, pura e inocente. La felicidad que te haga volar sin necesidad de polvo de hada.

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